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Las «maravillas» de viajar en autobús…una historia de la vida real para reír.

Una historia apta solo para aquellos que han hecho largos viajes en autobús….que disfruten de su lectura!

Es hora, casi las 5:30pm, comienza la travesía, con el ceño fruncido todos parecen estar cansados y deseosos de llegar a su lugar de destino, un calor asfixiante que golpea mi cabeza con la constante intranquilidad del por qué la gente se resiste a abrir las ventanas del autobús cuando más bochorno hace, dos o tres se dan cuenta que está ahí para abrirla. ¡Gracias a Dios una de esas personas inteligentes estaba en el asiento anterior al mío y comenzó a entrar ese airecillo que me devolvía la paz!

Puede también que sean de esas ventanas que solo Hércules podría abrir…tener que pasar por el color de decirle a un amable caballero que intente abrirla y peor el color si él macho no lo consigue, sería un momento incómodo ¡No era la intención mandarlo para la casita con el ego lastimado!

Llévela llévela, la papa, el tomate, la vainica, baratica, aprovéchela, chicles, yuca tostada, bolis, gelatinas, mientras que los que padecen de ese mal del revoltijo de estómago empiezan desde antes de que despegue el bus a respirar profundo, a los que les pasó alguna vez me entenderán, esa horrible sensación de que el bus se está moviendo cuando en realidad es el bus de la par que ya va saliendo… ¡Qué momento!

No sé si alguna vez les pasó, que el papá o la mamá lo dejaban a uno “cuidando” el asiento para ir a comprar pan faltando escasos minutos para salir el bus y nada que aparecen, empezaba uno a pelar las bellotas y nada, el momento de terror casi insoportable era cuando el chofer del bus arrancaba y empezaba a meter el gas, demasiada tortura, y uno que no hallaba como decirle a chofer que aguantara un toquecito, que es que andaban papi o mami ahí no más comprando el pan, cuando ya sentía uno que le daba algo se percata que se había subido por la puerta de atrás y no le había avisado a uno, era una mezcla entre cólera y serenidad que poco a poco le iba devolviendo el color al rostro y la calma al corazón.

Despegó el bus, la cosa es que al final el campo que cuidé se lo dí a otra persona y adivinen qué…no se imaginan qué aleta, uno apenas superando el episodio anterior y ya iba haciendo bizco, de repente entre la mezcla de olores, el de la aleta, el que se vació toda la colonia, el que le había sudado alguillo los pies, el que no aguantó el filo y empezó a meterle el diente a un pedazo de pollo, sobresalió uno, todos se miran sospechosos queriendo quitarse la responsabilidad, mientras que un niño no se contiene y le dice a su papá: – Ufa papi, fue usted, yo lo escuche, el papá sonrojado mientras traga grueso vuelve la cabeza hacia la ventana, que por cierto no había abierto y omite el comentario como diciendo la cosa no es conmigo, mirando que aún había personas tapándose la nariz con lo primero que encontraron, la manga del abrigo, el hombro del compañero o en el mejor de los casos un pañito, esto unido a una persona que con la buena intención de opacar el olor echó una colonia con olor a pacholí e hizo un desastre peor.

Comenzaba a observar a una niña que con bolsa en mano estaba bien preparada para como decimos popularmente botar el rancho, cuando de repente comenzó a llover muy fuerte y la ventana que estaba tan cerca de mí continuaba abierta y el señor del asiento del frente bien dormido, con un hilo de babas que comenzaba a bajarle por la boca entonces con el dedo índice le toque el hombro para pedirle que por favor cerrara la ventana, intento fallido, la ventana estaba trabada, mis lentes ocupaban ya escobillas y “mi amigo”, si, el de la aleta pasada de olor decidió no moverse para que yo pudiera salir y eso a quién le iba a importar si ahí todos tenían sus problemas y mientras viajaban pensaban en posibles soluciones

Una hora de viaje y por fin hace parada quien viajaba a mi lado, se baja y cuando me voy a correr miro el asiento, empapado de sudor o alguna sustancia que no pude o mejor dicho no quise identificar, así que ahí permanecí sintiendo aún la lluvia en el rostro. En ese momento sentí algo extraño en mi pie, seguí una línea de un líquido extraño que me llevó hasta el asiento de la niña que efectivamente aún tenía barbiquejo, por un momento creí que se iba a desmayar pero aparentemente vomitar le hizo bien.

Ahí me encontraba yo, haciendo un análisis de todo y de todos, mirando como en el autobús todos se mueven hacia los mismos lados, todos a la izquierda, todos a la derecha, todos a la vez, de repente caemos a la carretera de lastre, es ahí donde más los movimientos parecen una coreografía de aquí para allá y de allá para acá.

Es curioso ver como todos dentro de un mundo tan grande tienen su mini mundo, se colocan los audífonos y se pierden de lo demás, ya ni se socializa, cada quien escucha su música y se ríe solo escuchando sus programas en la radio. Nunca falta el amargado que quiere insultarte, ese que probablemente no quiere llegar a la casa a encontrar los mismos problemas de siempre, porque todos tenemos problemas y a veces solemos olvidarlo para pasar a creer que somos las únicas víctimas en la sociedad.

Era frustrante tratar de imaginar el estilo de vida que lleva cada pasajero, pero ahí veía tanto a una niña de 15 años embarazada y a un adulto mayor sin una compañía, esto sin imaginar los problemas catastróficos que podría tener el chofer, porque si el genio de una persona se ve marcado por los problemas estoy segura de que algo muy malo le había de estar pasando a este señor. Afortunadamente llegué a mi lugar de destino, rocé sin poder evitarlo unos cuantos cuerpos esbeltos y al decirle gracias al chofer su respuesta fue absoluto silencio más un ceño completamente fruncido.

No sé si cuando tenga un carro viaje algunas veces en autobús por salir de la rutina, sin embargo por ahora seguiré esperando que a la próxima el mismo fulanito no se siente a mi lado, no se vomite nadie y la ventana no se trabe, pero tengo claro que si pasa entenderé que simplemente son las maravillas de viajar en autobús y que esta es la sociedad en que vivimos. Sociedad que debemos mejorar en conjunto para no olvidar que en un bus por más extraño que parezca podemos crear nuevas relaciones y compartir ideas que pueden mejorar al mundo. Es responsabilidad de todos.

Escrito por Yuri Fallas Abarca.

Imagen con fines ilustrativos tomada de Internet.

Yuri Fallas A.

Comunicadora generaleña desde el año 2012, co directora de PZ Actual, corresponsal de Canal 7.

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